domingo, 14 de diciembre de 2008

En 1535, Enrique VIII, el rey glotón, exihibío la cabeza de Tomas Moro en una poca alzada sobre el río Támesis. Veinte años antes, el decapitado había escrito un libro que contaba las costumbres de una isla llamada Utopía, donde la propiedad era común, el dinero no existía, y no había pobreza ni riqueza.
Por boca de su personaje, un viajero regresado de América, Tomas Moro, expresaba sus propias ideas, peligrosas, ideas:

Sobre la guerra: Los ladrones son a veces galantes soldados, los soldados suelen ser valientes ladrones. Las dos profesiones tienen mucho en común.

Sobre el robo: Ningún castigo, por severo que sea, impedirá que la gente robe si ése es su único medio de conseguir comida...

Sobre la pena de muerte: Me parece muy injusto robar la vida a un hombre porque él ha robado algún dinero. Nada en el mundo tiene tanto valor como la vida humana. La justicia extrema es una extrema injuria. Ustedes fabrican ladrones y después los castigan.

Sobre el dinero: Tan fácil seria satisfacer las necesidades de la vida de todos, si esta sagrada cosa llamada dinero, que se supone que fue inventada para remediarlas, no fuera realmente lo único que lo impide.

Sobre la propiedad privada: Hasta que no desaparezca la propiedad, no habrá una justa ni igualitaria distribución de las cosas, ni el mundo podrá ser felizmente gobernado.

Sacado de Espejos por Eduardo Galeano